Jardín de los Cactus. Lanzarote.
En su desilusión recurrió al silencio para revestir su fortaleza. La decepción se había enquistado en su cuerpo, que hacía las veces de una caja de resonancia donde atesoraba las heridas de su alma. Su contienda interior lo arrastró al abismo. Desprovisto de escudo y ya sin armadura ni espada, el guerrero se sumió en las tinieblas.
Al calor de la soledad, la sangre rezumaba aun en las cicatrices de antaño que ni el tiempo ni el silencio habían borrado. Arrastrado por envidias y desengaños perdió la fuerza que lo mantenía con vida, y así, desterrado a convivir con sus miserias, el samurai sintió la llamada de la decepción en sus vísceras.
El vaivén de la espada de la muerte distrajo sus defensas. Aquellos instantes se tornaron a eternos. Fue entonces cuando la bondad y el amor ajenos burlaron sus guardianes y, aunque trató de lidiar sus nuevos sentimientos con indiferencia, esa llama de humanidad reconfortó su corazón roto. Así, henchido por esa luz sempiterna, el guerrero rechazó la posición de combate y regresó a la vida, pero esta vez en una lucha a pecho descubierto, ya sin las ataduras del pasado. Se sintió libre …
Me da mucha envidia ese samurai….
Súper bonito, conecta mucho conmigo este artículo. Pero cambia la foto del cactus que no hace honor al texto.
La imagen es una metáfora sobre ese guerrero atormentado por las heridas del pasado. Las espinas simbolizan sus viejas cicatrices que supera gracias a la luz que le brindan el amor y la bondad subyacentes en el ser humano. La pureza de su alma lo envuelve en una nebulosa de esperanza. Aún así buscaré una estética más bella para el próximo texto. Saludos.
El renacer del guerrero_
Muy bien escrito. Haces magia con las palabras
Gracias, pero aún me queda un largo camino. Espero que lo hagamos juntas.