PEnitencia

Planta 48, puerta 24. No pensaba volver aquí de nuevo, pienso al escuchar una voz metálica, mientras trato de salir ilesa entre la marabunta humana que es este ascensor. Marcelo debe estar ya arriba. Blanca Portillo dejó de ser virgen en el mundo editorial hace un año, pienso al detenerme en los detalles de una recreación de ‘El Nacimiento de Venus’ de Botticelli, en tres dimensiones, que muestran las paredes de plasma del elevador.

Menudo olfato tuve con la historia. Cierto es que sólo era un manuscrito repleto de errores ortotipográficos, pero la idea de Juana era y es brillante, ratifico al sentirme el centro de todas las miradas al entrar en el auditorio. Al igual que el último 23 de abril, la asociación ‘Templo del Cielo’ ha reunido en este hotel de la cadena Hilton, en Shanghái, a las mejores plumas del continente. ‘Penitencia’, mi novela ha sido elegida, premio Flor de Loto 2023. Los últimos galardonados son narradores de reconocido prestigio en todo el mundo.

Me he currado hasta el último detalle de la puesta en escena, así que saludo con ceremonia a los representantes de las editoriales extranjeras, que me desnudan con los ojos intentando averiguar de dónde he salido. Todos se preguntan quién es esta autora. Haciéndome la interesante, camino despacio hacia los asientos de la primera fila. Busco mi nombre entre los respaldos de las butacas reservadas a los invitados. Uno de los azafatos me hace una señal.

—Aquí es—, dice con una sonrisa artificial. Cojo los auriculares para seguir el acto sin tener que pelearme con el idioma. Mi inglés es mediocre, pero la traducción del libro al chino es impoluta, según señalaba el e-mail que el doctor Li me envío para comunicarme la decisión del jurado.

Sin que nadie se percate abro el bolso de mano y deslizo los dedos hasta el bolsillo interior para abrir un espejo de mano, que enfoco hacia mi rostro. Está resplandeciente. Nada que ver con la gala anterior, en la que apenas tuve  un minuto de visibilidad. El año pasado asistí como correctora acompañando a Juana, mi mejor amiga, mejor dicho, la única que tenía por aquel entonces.

Mi vida es otra desde que Marcelo decidió apostar por  ‘Penitencia’. Desde que en Valladolid se supo la noticia del premio Flor de Loto, mi vida social está más concurrida que nunca. La gala ha comenzado hace un rato, pero soy ajena a las intervenciones de los escritores y de los miembros del jurado que presiden la tribuna. Hace un año, en este mismo hotel, Juana me dejó una copia de un borrador que acababa de reescribir por enésima vez.

— Creo que nunca se verá la luz, pero échale un vistazo. Llevo años con esta historia…

El insomnio se unió al té que compartí con Marcelo, el marido de Juana, cuando mi amiga decidió darse un baño para relajarse. Marcelo me ofreció un contrato en su editorial si aceptaba pasar la noche con él.

— ¿Sabes lo que te ofrezco? —, la miró por el rabillo del ojo mientras deslizaba su lengua despacio… muy lentamente, por sus labios. ¿Cómo crees que conocí a Juana?

Aquel encuentro echó por tierra la imagen de pareja ejemplar que Juana solía restregarle cada vez que Blanca sufría un desengaño amoroso, lo que ocurría con demasiada frecuencia. El sonido de los aplausos irrumpe en mi cabeza y el pasado se evapora con la misma facilidad con la que decidí vengarme de Juana.

— Penitencia’ es una voz poderosa, que desafía los cánones de los maestros— afirma un chino con rotundidad.

Visto uno, visto el resto. Todos los chinos me parecen iguales. Ellos lo tienen más fácil, supongo, me digo al descubrir a un joven albino que me saluda con grandes aspavientos desde la primera fila de la tribuna derecha. Lo conozco de algo. Creo que es un escritor español, pero no recuerdo su nombre. Ya caigo… suele salir en un programa de televisión de esos que le encantan a Marcelo. Su presencia aquí es premonitoria, cruzo las piernas para ofrecerle un primer plano acorde al modelo de Cristóbal Laguna que estreno esta noche. El doctor Li se incorpora y toma un micrófono entre sus manos. Oigo que dice mi nombre con parsimonia, seguramente porque le cuesta pronunciarlo. Marcelo me da una palmadita en el hombro.

— Es tu turno, reina. Felicidades—, deposita un beso en mi mano. Lo miro con condescendencia porque sé que le ha echado el ojo a la mujer de un crítico británico del Times con el que cenamos anoche. No los había visto antes, pero -a juzgar por las miradas entre ambos- estos dos se conocen a fondo.

— Gracias, amor —contesto.

El público me aplaude y se me olvida todo. Es mi momento. Acaricio entre mis dedos el anillo de Juana. Se lo quité justo cuando cerró los ojos. El doctor Li me pide que les cuente cómo surgió la idea de escribir ‘Penitencia’.

— Tal vez es el momento de hacer alguna confesión, querida—, me mira de forma extraña, aunque a mí que más me da. El premio es mío y la pregunta es de lo más manida.

— Buenas noches a todos y gracias por este premio. Sin duda esperarán escuchar una anécdota divertida, pero la verdad es…

— Oh, queridos reporteros vamos a asistir a una primicia. Escuchen atentos—, me interrumpe el doctor Li. Esta vez sí me intriga su tono, que es lo único que distingo en sus palabras. Se está riendo de mí… No entiendo el humor amarillo de esta gente, intento mantener la compostura.

Sin dejar que estas molestas disrupciones me alteren, les cuento la misma milonga de siempre, que si un tango de Gardel que escuchaba de niña en casa de mis abuelos. Que si el mal siempre se combate con un mal aún mayor… El doctor Li parece tener los cinco sentidos puestos en mi alegato. Y justo cuando me doy un respiro para enjuagarme la garganta, el oriental me pregunta cuánto tiempo empleé en escribir el libro.

— Poco menos de un año—, afirmo con voz templada.

— Está usted mintiendo. De hecho, no ha dicho una sola verdad desde que ha tomado la palabra—, grita ahora en un español castellanoleonés que ya lo quisieran muchos academicistas. Lo miró atónita. ¿Cuándo fue que comenzó esto? ¿Qué dice este loco? Los siseos y el barullo de la sala son ya un clamor. Los flashes de las cámaras me ciegan y el tic nervioso de mi ojo derecho hace de la suyas sin que pueda controlarlo.

— ¿Cómo explica que encontrase su novela en el cajón de la cómoda de la habitación 2304 de este hotel, querida?

— Qué está usted diciendo?,

«¡Marcelo! No está en su butaca y tampoco la mujer del crítico. Será… Justo en el momento en que estoy a punto de simular un desmayo, el joven albino accede por la escalera lateral hacia el escenario central en donde quiero hacerme invisible.

— Perdonen la intromisión. Soy Arturo Márquez, periodista y escritor español. Lamentablemente, he de decirles que esta mujer es un fraude. La autora de ‘Penitencia’ es Juana Luján, fallecida hace un año por una muerte súbita. Y…

— ¿Qué pruebas tiene?, ¿cómo se atreve? Exijo…

— Será mejor que se calle, interviene el doctor Li—, ahora sí visiblemente contrariado por el jaleo que se ha formado en el auditorio.

Los teléfonos no paran de sonar. El mismo público que hace unos instantes me miraba con ojos de entrega, ahora parece devorarme.

— Confieso que me he enterado esta misma noche. Y, efectivamente, como podrán comprender he comprobado uno a uno cada capítulo. Sin duda, se trata de un plagio de manual. Blanca Portillo -dice con desprecio- no se ha molestado en modificar ni una sola palabra del borrador original escrito durante años por Juana Luján, una escritora de novela policíaca que obtuvo varios premios en España. Sin duda, podía haber llegado muy lejos.

El albino toma una carpeta negra de la mesa central y se dirige a las cámaras de televisión.

— Como pueden observar por la fecha que les muestro, este libro se escribió en 2013. Observen las notas a pie de página. La autora armó la historia en secuencias con fichas de cada capítulo, en las que apuntó hasta el más mínimo detalle. Estarán de acuerdo conmigo en que esta mujer es una farsante.

El público está desatado. La vergüenza me impide abrir la boca. Es el fin de mi carrera literaria. Cómo iba a imaginar que Juana tuviese una copia de su borrador en el hotel. Busco la salida más cercana para huir de allí y justo cuando echo a correr hacia la escalera lateral, la voz de Marcelo sentencia con rencor.

— ¡Asesina! Ahora empieza tu penitencia.

NOTA: Participo en un concurso de relatos con otro texto. Se titula ‘Adiós al algoritmo’. Te dejo por aquí el enlace por si quieres leerme y decides apoyarme con tu voto. Muchas gracias y feliz semana.

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