Yacía sobre la hierba recostado sobre el pecho de un tronco viejo, acartonado por la sequía, tieso. Allí solía gastar las tardes, ajeno a la Lonja, a ese olor nauseabundo que se había alojado en su nariz, ya ni recordaba el tiempo. La improvisada nana que arrullaba sus noches, cuando el lento llanto de esa marejadilla eterna golpeaba el casco de los barcos, fondeados en el muelle de San Pedro. Horas entre pescados, ojos exultantes y negros, que a toda hora, le preguntaban qué, porqué a ellos.
Con las manos a medio camino de los bolsillos del tejano, el sombrero casi rozándole el pecho, vivía en la roca de una montaña habitada por una cascada fresca. No escuchaba el ruido de los hielos que, de madrugada, ajaban sus manos, alargadas y huesudas, rojas, candentes como el fuego. Sobre el cinto el lomo de un libro cubierto con la hoja tintada del diario, que le sisaba al portero.
Ángel mantenía su mundo escondido a los anteojos de su madre. Entre el capitán Garfio, los cómics de Mortadelo, mosqueteros e indios, una chocolatina esperándolo en la camisa desde las diez de la mañana, antes de caer en la cama dormido, narcotizado por el sueño. No entendía porque su nene, que ya tenía quince años, dormía la siesta en la calle teniendo en su casa un alegre colchón para descansar la espalda y los huesos, de la faena en la mar, de las quejas de los patrones viejos.
Desoía preguntas, agarraba su libro, se cambiaba las botas de plástico, con olor a pez remuerto. Deambulaba por las aceras hasta saltar las rejas del instituto, se encaminaba a su árbol contento, feliz por el gozo de aquel tiempo en que cerraba sus ojos y entraba en el pueblo asediado por los indios desde el día anterior. Era entonces cuando se despertaba al oír una voz conocida, como la del narrador de sus cuentos, que susurraba a su mente y sus orejas: “Despierta, pequeño”.
Maravilloso. Me ha encantado. Corto, pero intenso. Ha calado hondo. Enhorabuena!!! Y ya si conoces ese árbol … es volar con todo por un momento ahí…
Me encanta cómo has conectado con el cuento. Mil gracias.
¡Impresionante! Me ha encantado la manera de llevarnos a la sienta con el niño y su árbol.
La manera de narrar el cuento es maravillosa y se me ha hecho muy, muy, muy, corto.
¡Enhorabuena!
Mil gracias. Seguiré escribiendo.
Muy bonito, María Jesús. Felicidades!
Gracias. Saludos.
Hermoso, como todo lo que escribes
Muchas gracias. Me alegra que te guste estar en mi océano. Seguimos. Saludos.