Cementerio Nuestro Padre Jesús. Espinardo (Murcia)
Tomás se arrodilla ante la lápida. “Amigo, perdóname. Me siento tan miserable. La verdad es que he venido buscando a Laura porque quiero contárselo todo. Llámalo egoísmo, pero no puedo más”, susurra. El anciano apoya sus manos huesudas en el suelo para levantarse. Le tiemblan las piernas.
Es entonces cuando descubre a Laura, quien situada a su espalda lo observa en silencio. A sus pies, tiene un cubo con tierra y una botella de agua. Ha debido de plantar más flores en la tumba de Violeta. Tomás la mira confundido. Teme que lo haya oído. Hoy se cumplen cuatro décadas del accidente. Su esposa Violeta y Jaime, su mejor amigo, murieron en el acto.
—Papá, ¿qué haces aquí? Dijiste que nunca vendrías —, le dice sorprendida. Se acerca para abrazarlo y le da un beso lleno de ternura.
—Hija querida.
—Prometiste que jamás perdonarías a Jaime. Decías que él tuvo la culpa de que perdiéramos a mamá. ¿Por qué has venido?
—Laura, ya es hora de que sepas la verdad. He venido por ti, aunque temo que ésta será la última vez que estemos juntos …—, su voz se quiebra.
—No me asustes papá. Dime qué tienes por Dios—, le coge las manos.
La pareja se dirige a un banco. Solo se escucha la respiración entrecortada del viejo, de vez en cuando acompañada por el canto de un mirlo, que pasea junto a la hilera de cipreses. La tarde muere hacia el ocaso. Laura no se atreve a mirarlo. Es la primera vez que lo ve temblar y tiene miedo. Era muy niña entonces, pero se acuerda de Jaime. Él y su padre eran como Zipi y Zape. Jaime estuvo presente en los días más felices de su infancia y claro que lo echa de menos. Su madre y Jaime se fueron juntos. Ella conducía el coche.
—Cariño, tienes que saber que yo adoraba a tu madre. La quería con locura. Siempre estuve enamorado de ella, pero ella … Violeta nunca me quiso, la mira con amargura.
—¿De qué estás hablando papá? Mamá y tú os queríais—, tartamudea.
—Alma cándida—, se acongoja. El anciano no termina la frase. Sus pensamientos parecen ensombrecidos. Suspira y, justo cuando Laura va a preguntarle, retoma la conversación.
—Era verano. Estábamos de vacaciones y Jaime se quedaba a dormir conmigo. Una noche, me desperté sobresaltado por una pesadilla. Jaime no estaba en su cama. Bajé la escalera y entonces la vi. Violeta salió al jardín. La seguí hasta el establo y, no pude contenerme. Allí estaban los dos besándose …
—¿Qué dices papá?, ¿es una broma? Mamá y Jaime ¿fueron novios?
—No duró mucho. Yo no lo permití—, agita la cabeza. Tomás se levanta del banco nervioso como si quisiera huir, pero vuelve a sentarse. Su tez es cada vez más pálida. Tiene las pupilas dilatadas y los ojos vidriosos.
—Desde aquella noche solo podía pensar en Violeta. Los veía abrazados en mi mente y me cegaba la ira. A los pocos días, entré en el dormitorio de tu madre cuando dormía. Yo estaba muy ebrio. Bebía a todas horas desde que los pillé en el establo. Ya no lo soportaba más. Jaime siempre había sido el más guapo, el más listo, el mejor hijo, pero …—, se queda mudo. Las manos le sudan. Siente la ira de Laura clavada en él. Tomás tiene miedo,
—Ella tenía que ser mía. No iba a consentir que Jaime me la arrebatara. Ya se había licenciado con honores en Medicina y tenía locas a todas las chicas. Mis padres lo adoraban y yo lo odiaba.
—Tú te oyes. ¿Acaso eres consciente de lo que estás diciendo?—, le grita alterada al descubrir una cara de su padre que desconoce.
—Déjame terminar querida. Llevo años con esta culpa y necesito que me perdones—, dice rehuyéndole ahora la mirada.
—Papá, ¿qué tienes? Vamos al hospital. No quiero escuchar más. Ven—, le coge de un brazo. Está abatida, pero su padre es lo único que tiene.
—No cariño. He llevado conmigo este secreto, pero no quiero irme con el a la tumba. Sí, esa es la verdad. Yo tenía celos de Jaime. Tu madre se casó conmigo al quedarse embarazada, pero jamás me amó como lo quería a él —Tomás sigue sentado en el banco. Laura se levanta agitada, incapaz de asimilar lo que acaba de oír. El dolor y el odio se dan cita en su cuerpo.
—Papá si ella te perdonó, yo no voy a juzgarte. Estate tranquilo y bebe. No te sofoques más quieres—, le acerca la botella de agua. Laura se recompone y mantiene la templanza.
—Todo ocurrió por mi culpa. Solo quería deshacerme de él. Yo truqué … los frenos del coche y los dos murieron. Perdí a mi Violeta.
Por fin, Tomás levanta la cabeza para mirarla, pero Laura se aparta dejándolo solo en el banco y empieza a caminar hacia la salida del camposanto como un alma en pena. El anciano rompe a llorar consciente de que hoy ha vuelto a matar. Esta vez a su hija.
¡Qué triste historia!
Creo que mucha gente confunde el amar con el derecho a la propiedad. Eso no es amor. Si quieres a alguien de verdad deseas su felicidad. ¿Cuántos crímenes se cometen a diario en nombre de un mal llamado amor?
Efectivamente amiga. Esta historia se inspira en la envidia. Saludos.
Última confesión.
Qué chulo!!! A por el siguiente!