Parque de Los Juncos. Cartagena.
Dicen ahora que peino canas. Alojado entre las líneas de diferentes caras, envuelto en la materia. Trozo de carne que, en la jerga de andar por casa, llaman jeta. Rostro, en sentido dieciochesco.
Semblante, facciones, todo en tropel y ninguno es auténtico. Chispa inmortal, suerte, causa de envidia, sangre, muerte y vacío …
Tu voz como el maná del olimpo, vestida en océanos de calma. Éxodo interminable, tuareg en vidas errantes, perdida en recovecos, atesorados a la sombra de lo eterno.
Frescor de la mirada salvaje, salpimentada en largos silencios. El color de tus olas como serenidad a la deriva del tiempo; pintada de color a hoja seca, lustrada por el resplandor de la arena, aromatizada en sueños.
Perdido en almas aisladas como ese muñeco huérfano de amor. Inteligencia marchita en coqueteos quijotescos. Arcoíris de luz, manantial en ramas, suerte en movimiento. Energía, aura, respeto…
Un besazo, cielo, y sigue escribiendo!
Así lo haré mientras me regales tu tiempo. Besos.
❤️❤️❤️
Gracias compañera.
Y olé 🥰
María: Si puedes, sigue con estas reflexiones, son bellísimas y emocionante. ¡Felicidades!
Meditar en voz alta y verbalizar los pensamientos es un ejercicio sano para la mente y el alma. Procuraré hacerlo más a menudo. Gracias, Rita.